Blackout
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Paula Anguita.Blackout: Paula Anguita
Nuestra idea de la realidad ha ido variando en la historia y cada variación ha expandido el arte hacia nuevos lenguajes. Uno de los ejes centrales en la obra de Paula Anguita es la exploración, a partir de estrategias ópticas, de nuevos puntos de vista que logren representar el modelo de realidad en el que vivimos.
En la Edad Media, el tamaño y la ubicación de los personajes dentro un cuadro lo establecía su relevancia simbólica. En el Renacimiento, intentando reproducir una imagen más fiel de la realidad, se incorporó un punto de fuga en el centro del cuadro, como el modelo de Copérnico, con un sol en el centro del sistema planetario. El modelo elipsoide de Kepler creó en el Barroco perspectivas oblicuas. Y, siglos después, mientras Einstein elaboraba la teoría de la relatividad alejándose de la geometría euclidiana, Picasso se distanció de la perspectiva clásica, reordenando los rostros y objetos en una perspectiva múltiple. Ambos, simultáneamente, entendieron que la realidad dependía de la posición relativa del observador.
¿Cuál es la perspectiva más adecuada para representar la posición del observador actual? Anguita se ha hecho cargo de esa pregunta modificando el punto de vista de los espectadores frente a una obra. Primero, utilizó la técnica del Fresnel, un plano plegado como un acordeón que desde cada extremo exhibe una imagen distinta. Así, en palabras de Anguita, el espectador podía «componer y descomponer la imagen a voluntad mediante su propio desplazamiento, rompiendo la estaticidad frontal propia del formato cuadro».
Su siguiente experimento fueron las cajas de luces que, en esta exposición, podemos apreciar en la obra Madre e hijo. Las cajas contienen imágenes análogas que son iluminadas con ledes, produciendo la sensación de estar frente a un dispositivo digital. El tránsito al que el espectador es forzado por las cajas de luces guarda relación con la imágenes que estas contienen. En este caso, vemos a una madre de la época victoriana, sosteniendo a su hijo muerto que se va desvaneciendo en un resplandor fantasmagórico.
Durante el claustro mental de la pandemia, Anguita tuvo una epifanía. De pronto, se le apareció una ecuación, la suma de dos materiales, cuyas propiedades ópticas permitirían exhibir dos imágenes distintas en un mismo espacio. Lo llamó Double Vision: una superficie que, al ser fotografiada con flash, revela una imagen oculta. Es una metáfora extraordinaria de nuestro punto de vista actual, aferrados al teléfono como una prótesis que articula nuestra existencia, viviendo en dos realidades, en aquella que observamos, cada vez menos, fuera de las pantallas y en esa selección digitalizada de la realidad que obtenemos a través de nuestros teléfonos. Anguita ha creado obras análogas que solo podemos completar con la imagen digital, como nuestra realidad presente, construida a partir de esos dos formatos.
En la serie Salomé nos enfrentamos a ocho rectángulos negros, pulcros, sin reflejo. Es inevitable recordar el cuadrado negro de Malévich, sin embargo, el rechazo del artista ruso por la figuración desaparece cuando observamos la obra desde nuestros teléfonos. Entonces esa negrura que nos evoca la nada, el vacío, la muerte, de pronto se llena de movimiento y vitalidad en nuestras pantallas, con mujeres que danzan al compás de los versos Oración a la vida, de Lou Andreas-Salomé, en los que la psicoanalista rusa le declara su amor a la vida, a sus alegrías y aflicciones. Anguita encontró a las mujeres que parecen danzar en el archivo de un psiquiátrico francés de fines del siglo XIX; eran internas diagnosticadas con histeria.
En Atracción Fatal, Anguita sobrepone las ecuaciones para calcular la caída libre de un cuerpo, encima de la fotografía de Evelyn McHale, una contadora que, a los 23 años, saltó desde el piso 88 del Empire State y cayó sobre una limusina. En el mirador del edificio había dejado su abrigo, cuidadosamente doblado, junto a una nota que comenzaba diciendo: «No quiero que nadie dentro o fuera de mi familia vea parte alguna de mí». Sin embargo, un joven reportero que escuchó el impacto corrió a sacar la fotografía. El contraste entre el trágico desenlace de Evelyn y la serenidad de su rostro, la aparente comodidad de su cuerpo sobre el techo de la limusina, la posición de su mano enguantada sujetando su collar de perlas, producían un efecto conmovedor. La revista Life la publicó con el encabezado: «El suicido más hermoso». Warhol realizó una serigrafía (incluida en su serie Death and Disaster) que repetía la fotografía dieciséis veces, como una crítica al espectáculo de la tragedia que hacen los medios. Anguita, en cambio, contrapone el desdichado final de Evelyn a una frialdad científica, carente de relato y sentimientos. La Atracción Fatal es, simultáneamente, la impasible belleza de la contadora y la atracción de la fuerza gravitacional que terminó con su vida.
La muerte es un tema que ronda las obras de Anguita, como si nos repitiera al oído «memento mori». Nos recuerda la fugacidad de la vida, no para resaltar la angustia ante la inevitabilidad de la muerte, sino que, por el contrario, para permitir, como dice Salomé en su Oración, que en la llama de la vida arda el espíritu. Es el destello, antes del blackout.