Levity and Gravity

Horario y Lugar
Martes a Viernes 11:00-19:00 / Sábado 11:00 - 14:00 Lunes y Domigos cerrado.
Artistas
Martin Ebner and Klaus Weber
14. Sep 02. Nov. 2024 11 - 19

Levity and Gravity: Martin Ebner y Klaus Weber

El filósofo alemán Walter Benjamin sostenía que “perderse en una ciudad, así como uno se pierde en un bosque, requiere de aprendizaje”. Quien se extravía intencionalmente, observa aquello que lo rodea con otros ojos y solo entonces puede desentrañar ese libro de historia que, según Benjamin, está escrito en los objetos de la ciudad. Para él, cada época necesita de un caminante que, como si fuese un detective o un etnógrafo, debe abandonar la mirada domesticada por la rutina para descifrar el significado que ocultan las cosas materiales. Los artistas Martin Ebner y Klaus Weber pertenecen a esa estirpe de caminantes. Siguiendo un atento extravío, penetran en el sentido de las cosas y transforman sus hallazgos en una multiplicidad de obras que nos llevan a cuestionar nuestras ideas preconcebidas de la realidad.

Martin Ebner (Austria, 1965) recorre las calles de cada ciudad que visita observando con atención, buscando aquellos objetos que condensen la psicología interna de esos espacios. Como si fuera un cientifico naturalista, al encontrar esos objetos, los fotografía y conserva en un diario visual que mantiene desde hace más de treinta años. Varias pinturas de esta exhibición son representaciones de imágenes tomadas de ese archivo en el que conserva su memoria que es, también, la memoria de las ciudades.

Ebner modifica los colores, el foco y el tamaño para resaltar los rasgos psicológicos que esconden. Como los ojos negros y sin fondo de la pantera de “Tokyo Panther”, en los que Ebner ve la misma atmósfera triste que percibió en los habitantes de aquella ciudad. Para él, como para Benjamin, los juguetes de los niños guardan una estrecha relación con los deseos y miedos de los adultos. Sin embargo, mientras que Benjamin pretendía confeccionar una historia social a partir de los juguetes, Ebner, en sus pinturas, extrae una historia psíquica. Por ello, no es casual si se perciben emociones en sus pinturas de umbráculos (esas techumbres de ramas que dan sombra sin cortar el paso del aire) y que se basaron en fotografías tomadas en el jardín de su madre. Obras que, pese a ser minimalistas y de tonalidades frías, expresan emociones humanas como serenidad o tristeza hasta llegar, incluso, a transformar la rigidez de las ramas en el grácil movimiento de una bailarina. Utilizando procedimientos conceptuales, técnicas del impresionismo y del expresionismo y el humor del arte posmoderno, Ebner, en estas pinturas, reinventa la memoria.

Hoy, la utopía de un caminante es una ciudad sin coches. En el videoarte “One Less”, Ebner realiza un homenaje a los peatones del mundo quitando un automóvil de su trayecto. Una sutil fantasía que filmó en Japón, donde pasó una temporada, recorrió sus calles y notó la devoción que se le daba a los automóviles. Una devoción cada vez más generalizada en el mundo como si el coche fuera una prótesis tecnológica del cuerpo, el espacio de una utopía futurista, “lo más cercano a entrar en un smartphone”. En esta obra, la soberbia tecnológica del automóvil queda desprovista de su aura protectora convirtiéndose en un pequeño juguete infantil entre los palillos de un dios bromista. Combinando el minimalismo japonés con una fantasía visual que recuerda al cineasta Georges Melies, Ebner crea una obra de humor místico.

Klaus Weber (Alemania, 1967) lleva décadas interviniendo las ciudades con esculturas, instalaciones y fuentes de agua, intentando sacar a los peatones de su distracción, captando su mirada para modificar la cadena de sus pensamientos. Un siglo antes, Walter Benjamin fumó hashish y salió a caminar por las calles de Berlín, sin buscar nuevas experiencias ni los paraísos artificiales de los que hablaba Baudelaire, sino intentando modificar la percepción que tenía de su entorno. Weber, con sus obras, busca lo mismo, alterar la mente y producir nuevas conexiones neuronales que amplíen nuestra perspectiva de la realidad. Para Weber, el arte debe ser como las antiguas vacunas escondidas en los terrones de azúcar para dársela a los niños: una forma definida, que estimula los sentidos y contiene lo necesario para modificar el sistema. Un cambio paulatino que, cuando ya no estés en la galería, hará efecto.

Uno de los terrones de azúcar favoritos de Weber son las fuentes de agua. A las esculturas las considera un objeto muerto que, cuando se les adhiere agua, produce una bisociación entre lo rígido y lo fluido, entre lo limitado y lo polimorfo, una unión de opuestos que permite superar las visiones unívocas. “Drop Clock” es una fuente en la que el agua no fluye sino que gotea, a intervalos regulares, marcando el paso de un tiempo que solo deja un registro efímero que se disuelve en las estelas que cada gota imprime en el agua y que un haz de luz, oculto, proyecta en el techo. Escuchamos y vemos el paso del tiempo, pero de un tiempo que, sin avanzar, se repite a sí mismo, como una cinta métrica sin números con la que pretendiéramos medir el universo.

“Rock Clock” y “Brick Clock” también son relojes que miden la nada. El primero se le ocurrió cuando caminaba por Londres y una piedra cayó desde un edificio. Entonces, pensó en unir la inmovilidad de la piedra con la persistente oscilación de un péndulo. La conjunción de opuestos es una constante en las obras de Weber. A la materia muerta de una escultura, Weber le adhiere agua, plantas u hongos. Por momentos recuerda a las obras de los surrealistas, que juntaban objetos disímiles para despertar asociaciones inconscientes. Sin embargo, las bisociaciones de Weber no se guían tanto por el inconsciente como por una especie de dialéctica artistica que juntando un objeto con su opuesto revela el potencial de sus cualidades. El escritor Arthur Koestler consideraba que esta conjunción, que llamó bisociación, era una estructura central en el arte, así como en la ciencia (y en los chistes) que consistia en conectar ideas previamente no relacionadas, para permitir el surgimiento de pensamientos originales. La bisociación es central en la manera en que Weber concibe sus obras. Si Benjamin leía en los objetos las transformaciones sociales que se estaban produciendo, Weber, en cambio, modifica la relación que existe entre esos objetos para que sus obras produzcan, como si de una droga psicodélica se tratara, un cambio en nuestra percepción de la realidad.

En Levity and Gravity presenciamos las obras de dos caminantes que recorren las calles del siglo XXI y que, siguiendo distintas sendas, exploran la memoria y el futuro, la estructura de la psiquis y su potencial transformación, fusionando elementos de gran densidad conceptual con el juego, el humor y el dolor.

Alan Meller