Fine Cracks
Horario y Lugar
Bárbara de Braganza 9, Madrid. Martes a Viernes 11:00-19:00 / Sábado 11:00 - 14:00 Lunes y Domingo CerradoArtistas
Michel Alexis, Paul Campbell y Alba EscayoFine Cracks: Miches Alexis, Paul Campbell y Alba Escayo
Esta es la tercera vez que estos artistas exponen sus obras juntos. Aunque no tienen un estilo común, ni son un colectivo que siga reglas específicas para crear, sus obras se complementan. Los tres comparten ciertos elementos del expresionismo abstracto (como la atención a la materialidad del cuadro o la búsqueda de lo impredecible en la creación), sin embargo, la manera en que pintan y las obras que producen son radicalmente disímiles y, aun así, funcionan juntas. Campbell nos conecta con lo terrenal, con la transitoriedad del presente; Escayo nos proyecta hacia el espacio, hacia una inmensidad atravesada por vívidos colores; y Alexis se sumerge en el inframundo de lo inconsciente, para recuperar un pasado en permanente disolución.
Paul Campbell
Paul Campbell, quien vive y trabaja en Nueva York, comenzó pintando sobre el lienzo, como cualquier pintor, hasta que un día tomó una esfera de madera, la untó con pintura y la lanzó sobre una tela levemente inclinada. La esfera subió y bajó por la tela, dejando huellas de su recorrido, parábolas, curvas que no provenían de un gesto humano. Entonces comenzó a explorar distintas maneras para intervenir la tela sin utilizar la mano. Su primera exposición en Nueva York se llamó Control Remoto, una serie de pinturas creadas con los autos a control remoto de sus hijos. Las ruedas untadas en pintura producían patrones mecánicos e impredecibles; luego, con su mano, buscaba equilibrar el orden y el caos.
En su última serie, Campbell ha reproducido las cicatrices de alquitrán que quedan en las grietas reparadas del pavimento. Primero, llena de pintura estas cicatrices, luego las cubre con una tela y pasa con su auto por encima. El resultado es minimalista y desenfrenado, las líneas son gruesas, como si fueran fragmentos de una caligrafía descomunal y, a la vez, poseen una delicada armonía. Quien vea las obras de esta serie jamás volverá a ver esas cicatrices de alquitrán de la misma manera. Como el kintsugi, el arte japonés de reparar las piezas de cerámica quebradas con oro, estas obras realzan la belleza de las marcas que deja el paso del tiempo.
Michel Alexis
Para Michel Alexis, quien vive y trabaja en París, la intervención de la tela también es un camino de exploración constante, pero en sus obras, no predomina el abstraccionismo minimalista de Campbell sino uno con reminiscencias oníricas, como si se construyera de imágenes de un pasado preverbal, antes de que el lenguaje le diera forma a la realidad. Cuando pequeño, Alexis se acostaba en su cama y se quedaba mirando el techo de su dormitorio, un cuadrado blanco adornado por un intrincado friso, y jugaba a rellenar los espacios vacíos con la exuberancia barroca. «La estructura básica de mis pinturas deriva de ese ritual infantil», confiesa.
Alexis solía ser un escultor. Hoy esculpe sus lienzos. Primero cubre la tela con una pasta acrílica y luego, con pegamento le adhiere papel arroz, al que le hace finos cortes cuneiformes por donde deja correr la pintura líquida que se expande en manchas impredecibles. Entonces, Alexis quita el exceso de pintura del papel arroz y repite el proceso con otro color. Poco a poco van apareciendo diversas tonalidades sobre las finas grietas. Con un escalpelo continúa esculpiendo la tela y sacando trozos de papel arroz, como si fuese un arqueólogo excavando un lenguaje primitivo oculto en el lienzo. La obra desnuda es una unidad orgánica, armónica como una imagen encapsulada de la infancia.
Alba Escayo
Alba Escayo, quien vive y trabaja en Madrid, también crea sus obras a través de un proceso de eliminación, sin embargo, mientras que Alexis va cubriendo el techo vacío de su infancia, Escayo se deshace del horror vacui del barroco y le concede un rol central al espacio y al silencio. “Pienso mi arte como la construcción de un haikú”, señala En su proceso de creación, como si escribiera uno de aquellos brevísimos poemas, Escayo recorta el trazo, disminuye el gesto, reduce la gama de colores hasta el mínimo que permita representar el infinito. Como en un haikú, su obra parece surgir de una espontánea epifanía.
Hace algún tiempo, Escayo quiso hacer obras de grandes dimensiones y encontró una vela de barco, un triángulo de lona de 25 metros de altura, con manchas de óxido, parches cosidos, grietas y arrugas que exhibían su propia historia. Escayo fue cortando trozos de distintos tamaños para pintar sobre ellos. El grosor del lienzo desborda las dos dimensiones y, como si tuviera vida, se pliega modificando su forma según el espacio en el que se encuentra. “Es más una escultura que una pintura,” concluye Escayo y, curiosamente, pese a las diferencias, nos parece estar escuchando a Alexis hablando acerca de su propia obra.
Al juntar a estos artistas en un espacio, presenciamos tres caminos del arte abstracto que se unen, como los imanes, por oposición. En las obras de Escayo hay vacíos y colores, en las de Campbell hay vacío pero no hay colores; y en las de Alexis hay colores pero no hay vacío. A uno de esos caminos lo orienta la presencia del espacio, a otro, el transcurso del tiempo y, al tercero, las imágenes de la memoria, como si fueran tres ingredientes con los que está hecho el ser humano.
Allan Meller, 2024.